Ciencia
Rachel Carson, el comienzo de una revolución
Nuestra generación admira a Greta Thunberg que, aunque no sin estar rodeada de polémica, ha conseguido movilizar y poner en el centro del debate público la lucha por el medio ambiente. Pero esto no es nada nuevo: hace casi 60 años la bióloga y escritora Rachel Carson publicó Primavera silenciosa y se enfrentó a la industria agroquímica para advertir sobre los dañinos efectos del DDT, un insecticida muy utilizado en el siglo XX. Recibió críticas por ser mujer y no estar casada, además de comentarios calificando sus datos y conclusiones de falsas, algo que no se demostró.
Sus libros son un referente para la ecología y, además, Carson inició la lucha por el medio ambiente. A través de sus palabras, cambió el concepto que tenía la sociedad sobre la naturaleza: el ser humano no es dueño de la naturaleza, sino un ser vivo más que convive en ella. Supuso el comienzo de la preocupación por la contaminación y sus efectos, así como de políticas para preservar el medio ambiente.
En uno de sus libros, The sea around us, publicado en 1951 reflexionó sobre la acción humana y el mar:
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“No podía físicamente readaptarse a vivir en el océano, como lo habían hecho las focas y las ballenas; pero durante siglos, con toda la habilidad, inteligencia y capacidad razonadora de su espíritu, ha tratado de explorar y escudriñar incluso sus partes más remotas, para así penetrar en él con su mente y su imaginación.
Construyó naves para aventurarse por su superficie. Más tarde encontró la manera de descender a las partes poco profundas de su fondo, llevando consigo el aire que, siendo un mamífero terrestre desarraigado desde remotos tiempos de la vida acuática, necesitaba para respirar.
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No puede dominar o transformar el mar como, durante su breve posesión, ha hecho con la tierra, cuyos continentes ha sometido y explotado”
Mujeres científicas desaparecidas en la historia
Ya lo afirmaba Rachel Carson hace 71 años, sin embargo, los océanos y mares no han quedado exentos de sufrir la huella del ser humano.
Nuestro menú: Plástico del océano
Asociaciones como Greenpeace y medios como el El Orden Mundial ya lo advertían hace unos años. En el estudio Plásticos en el pescado y el marisco afirma que debido a la gran presencia de plástico en mares y océanos, este se transfiere a la cadena alimenticia de los peces. Por ello, advierte: “es inevitable que las personas que los consumen ingieran al menos una pequeña cantidad de microplásticos”.
“Hace unos años cuando me iba de vacaciones con los amigos en velero hacíamos una competición, quien colectaba más plástico en las dos semanas de vacaciones, ganaba una cena. Hoy en día ya no sería posible porque llenaría un barco en un día entero en vez de en dos semanas” comenta Fabio Parigi en la COP25, consultor de energía limpia y lidera proyectos medioambientales en África (Kenya, Ghana y Rwanda) desde 2015. Parigi explica: “Soy navegante, navego mucho en barco a vela, he estado en el Atlántico, el Pacífico, el Mediterráneo y me he dado cuenta de que últimamente la cantidad de plástico en el mar está creciendo exponencialmente”.
El Servicio de Estudios del Parlamento Europeo calcula que hay 150 millones de toneladas de plástico en el océano en 2018, una cifra que aumenta entre 4,7 y 12,7 millones de toneladas al año. National Geographic es más específico y estima que son 8 millones de toneladas las que acaban en el océano año tras año, más o menos esa cantidad equivaldría a arrojar 2.000 torres Eiffel al océano. Cuantificar la cantidad exacta es complicado y cada vez lo será más. Los residuos macroplásticos, que se ven a plena vista, se fragmentan en microplásticos y estos a su vez en nanoplásticos.
“El problema del nanoplástico es cuando ya entra, no solo en el estómago, sino adentro del cuerpo es un vehículo de enfermedades, virus y bacterias” afirma Parigi. Además, Paloma Alcorlo, doctora en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid y profesora en el departamento de Ecología, recalca que los residuos “son bioacumulados por los distintos organismos, desde zooplancton y fitoplancton hasta los grandes depredadores, al final estamos nosotros, que nos comemos a todo lo demás”. En resumen, “estamos ingiriendo todo ese plástico que estamos introduciendo nosotros en el medio” añade Alcorlo. Los efectos en el organismo “llevan inevitablemente a desórdenes reproductivos, alteran los niveles hormonales, incrementan el riesgo de muerte y eventualmente conducen a la muerte”, desarrolla Rodolfo Elías, doctor en Ciencias Naturales y docente en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Argentina, en su artículo Mar de plástico: Una revisión del plástico en el mar.
Surfrider Europe, una asociación creada por un grupo de surfistas que luchan por defender el océano, explican que 1,15 y 2,41 millones de toneladas de plástico llegan al océano por los ríos, pero que “en otras ocasiones los desechos también pueden quedar abandonados sobre las playas o en el mar por las actividades de la acuicultura, la pesca o el transporte marítimo”.
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Aunque, la raíz del problema de la degradación del medio marino es doble según Rodolfo Elías: “Por un lado, el consumismo, y sobre todo en los productos de un solo uso, que se usan y se descartan. Otro asunto es como tratamos esos desechos. Existen muchos basureros ‘a cielo abierto’, de donde los plásticos salen volando, literalmente”.
No estamos solos...
Los plásticos ya han formado sus propios continentes, el más grande se sitúa en el océano más contaminado: el Pacífico.
El artículo Un planeta llamado plástico de El Orden Mundial explica: “Hay plástico en prácticamente cualquier lugar al que miremos, de una forma u otra: envases, ropa, edificios, automóviles, dispositivos médicos, muebles, etc (…) Al estar pensados para ser materiales duraderos, su vida útil es muy extensa —puede llegar a los 500 años— y, en el caso de los productos de plástico desechables, su uso apenas abarca unos minutos”.
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De todo el plástico que se ha producido, “solo se ha reciclado un 9% y se ha incinerado un 12%. Esto quiere decir que cuatro quintos de los plásticos fabricados siguen todavía en algún lugar de nuestro planeta, con mucha probabilidad en el mar”, señala Astrid Portero, la autora del artículo.
Según Andrea Montero-Cordero, Gerente de Conservación en la Fundación Amigos Isla del Coco (FAICO), en su informe Plástico en el mar: ¿Tiramos nuestro esfuerzo por la borda? afirma que casi 80.000 toneladas de plástico “flotan dentro de un área de 1,6 millones de km2”, tres veces la superficie de España. Una mancha en el horizonte azul que se sitúa entre California y Hawái, en la que FAICO ha categorizado el 52% como plástico. Lo más alarmante lo confirma el estudio científico Evidence that the Great Pacific Garbage Patch is rapidly accumulating plastic, la concentración de residuos no solo crece de forma exponencial, sino que también se está moviendo.
Rodolfo Elías critica en su artículo que el término “isla” se está utilizando para “disimular una realidad desagradable, o con la intención de ser cómica, aunque sea trágica”. A su vez, la describe como una “demostración cabal del daño que el ser humano le está haciendo a los océanos, y por lo tanto al planeta”.
Los que más sufren...
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Si el Amazonas es el pulmón del planeta, el agua sería la vida que corre por sus venas. Las consecuencias de la degradación de los océanos por la presencia de plásticos son más visibles en sus primeros afectados: la fauna marina.
Por la acción humana, los seres vivos acuáticos están librando una batalla de la que ni siquiera son conscientes. Rodolfo Elías explica que la situación es muy preocupante porque el plástico es una de las principales amenazas para la biodiversidad. Además, sobre los efectos que producen en la fauna, afirma:
Lo más evidente es el efecto sobre organismos emblemáticos o carismáticos (mamíferos marinos, aves y tortugas). Hay tortugas que mueren de hambre porque sus estómagos están llenos de plástico, que le producen la sensación de saciedad y dejan de comer... Hay infinidad de consecuencias indirectas por el plástico, muchas de las cuales recién estamos conociendo y entendiendo
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Surfrider Europe también denuncia el impacto en las tortugas y aves al confundir el plástico con alimento. Por su parte, Rodolfo Elías enfatiza el efecto en focas y lobos marinos: “Estos se suelen acercar a los plásticos flotantes por curiosidad y se enredan con estos artículos, muchas veces por el cuello. Al crecer, este collar se fija más y más al organismo, y bloquea el flujo de aire y sangre, dificulta la deglución (ingestión de alimentos) y termina resultando la muerte del animal”.
Como ya está demostrado, todo es un ciclo y, al final, la degradación del medio marino no solo afecta a los animales del hábitat acuático, sino que acaba afectando a toda la sociedad.
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Tanto Rodolfo Elías como Paloma Alcorlo son pesimistas con respecto al futuro de la especie humana, Elías advierte: “¡Ya nos hemos cargado al planeta!”, a lo que añade: “Hay poblaciones de animales en peligro por el plástico en los océanos, una de las especies en peligro es el ser humano, ¿o creemos que sobreviviremos si el mar muere?”. Alcorlo opina: “creo que estamos en el punto de no retorno, o se toman ahora o la cosa va muy mal”. Es más, según la ecóloga ya se está produciendo “la extinción de los vertebrados, porque hay otros organismos que sí van a quedar, los invertebrados, bacterias, etc. Aunque nosotros desaparezcamos, ellos seguirán por aquí durante muchos millones de años”.
Otro aspecto en el que ambos científicos coinciden es en que impulsar soluciones es complicado. Paloma Alcorlo menciona que supondría cambios económicos y “ahí están los grandes lobbies de muchísimas empresas que no van a querer”. No solo en el aspecto económico, Rodolfo Elías afirma: “Hay simpáticas acciones (limpiar una playa) que solo son simbólicas, porque de fondo nada se hace”.
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Para avanzar, la clave es la sociedad. Alcorlo propone cambiar hábitos y “reducir en general el consumo de todo, porque consumimos por encima de nuestras posibilidades”. Del mismo modo, Elías destaca que la principal necesidad es una “mejor educación del usuario”, así como gestionar de forma eficiente los residuos. “Esto no significa que debamos desechar el plástico de nuestras vidas, debemos repensarlo”, concreta Elías.